Son muchas las cualidades
positivas que se pueden tomar en cuenta a la hora de escribir sobre el Dr.
Carlos Federico Abente; mi intención con estas líneas no es hacer una descripción sobre su larga y vasta
trayectoria como médico o poeta sino simplemente hacer una reflexión sobre las enseñanzas de
vida que desde mi óptica personal, han reflejado a lo largo de su camino como ser
humano. El Dr. Abente es un filántropo y esa condición lo ha llevado a darnos ejemplos
de solidaridad hacia sus semejantes, de entereza, y grandes gestos de amor
hacía el género humano.
Partiendo
desde esos gestos que parecen simples, como el hecho de haber tenido siempre la
predisposición de abrir la puerta de su casa y recibir a muchas personas que iban allí por diferentes
razones y entre ellos a muchos paraguayos
que encontraron un refugio en situaciones adversas como es el caso de José
Asunción Flores y muchos otros, él les brindó además su aliento y los acompañó
para que pudieran desenvolverse y así continuar cada uno con su labor ya sea
artística o no. El Paraguay, por decirlo de alguna forma, en ese entonces “expulsaba”
a sus hijos ya sea por cuestiones políticas o de otra índole y el Dr. Abente
los recibía, seguramente con esa frase que él acostumbraba: “Mi casa es la casa de todos los
paraguayos”. Esa misma frase me la dijo en el año 2008 cuando fui
a conocerlo. Eso refleja que a pesar de los años y de encontrarnos en un
contexto político y social diferentes, él siempre mantuvo esa decisión de brindarse
por completo sin vacilaciones y recibir a quien llamaba a su puerta con los
brazos abiertos, con su corazón abierto. Como decía su amigo Sila Godoy, el Dr.
Abente cumple cabalmente con la premisa existencial de ser en el mundo con los
otros. Por eso seguramente también a Augusto
Roa Bastos le inspiró estas palabras:
“Caballero
querido, camarada,
porque
me das la música y el eco…
y
eres el agua por mi cauce seco,
dándome
todo sin yo darte nada”;
“yo
te conozco en todos los amigos,
porque
el color de tu amistad les diste,
y
en todos ellos tu presencia existe
como
el color del sol sobre los trigos”.
Otra
de sus características es la modestia y humildad, su frase muy conocida a la
hora de referirse a sus obras poéticas es: “Yo no soy poeta, sólo escribo mensajes”. Escucharlo
decir esto, conociendo la calidad y la maestría de su técnica de lenguaje en la
poesía, le permite a uno llegar a comprender que es poeta no porque él lo diga, sino porque la
misma poesía que escribe lo afirma y lo ratifica y se cumple el dicho que reza: “Es posible conocer el valor y el
mérito de las personas a través de sus obras”.
La constancia y la perseverancia son dos
cualidades que se ven reflejadas en la vida del Dr. Abente, a quien le ha
tocado luchar por sus sueños, superarse y tener una vida plena. Ejemplo de esto es estudiar y recibirse de
médico en su juventud o fundar una asociación para proponer a las autoridades
del Paraguay la declaración del día de la guarania a pesar de su edad avanzada.
Los versos de Ñemity constituyen una gran
metáfora y resumen en gran medida el pensamiento filosófico del Dr. Abente. En ellos se invita al hombre o al campesino a cultivar la tierra, esa tierra puede ser una persona, una familia, una comunidad, un país,
un mundo donde podemos sembrar semillas de amor, de fraternidad, de virtudes
que enaltezcan la vida humana, que lleven hacia la felicidad o como dice los mismos versos donde
florezca el ideal, que haya el día de la redención, que renazca en la tierra el
amor.
Son
muchas las enseñanzas que podemos enumerar analizando la vida y las obras de
Carlos Federico Abente y tomar como ejemplo para nuestras vidas algunas de esas
enseñanzas sería el mejor homenaje a él.
Froilán Velázquez.
Bs. As. 31 de agosto de 2014
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